Ya ha terminado agosto, estamos en septiembre y las vacaciones se han acabado. Quizás sea momento de hacer balance.
Creo que ha sido el mejor verano de mi vida, al menos de mi vida "de mayor". He podido estar todo el tiempo con los bichejos y los bichejos han podido estar juntos todo el rato: jugando, haciendo deporte, pintando, peleando, vagueando también, sin horarios estrictos.
En fin, lo que son, o deberían ser, unas vacaciones de niños. No sé si volverá a darse un verano igual. Me da mucha pena, pero con la vida que se lleva hoy en día con suerte podrán esta juntos tres semanas en vacaciones, para el resto del verano tocará guardería y campamentos. Al año que viene Pequeñita irá por un lado y Chiquitín y Diminuta por otro. No estarán juntos, no jugarán juntos. Sé que es lo que hay pero, lo siento, no es justo, no debería ser así, pero no se me ocurre ninguna solución que sea sensato llevar a cabo.
Pero bueno, por lo menos hemos podido aprovechar estas vacaciones, aunque una vez más no puedo evitar lamentarme un poco, pensar que no he sabido valorar suficientemente el enorme regalo que ha sido poder compartir tantos días con los niños, que tenía que haber jugado más, regañado menos, sonreído más y protestar menos. Porque esto no se va a repetir. Así soy yo.
Como no podía ser de otra forma, el mes enterito que hemos estado fuera con los niños (todo agosto) no hemos parado: en casa de mis padres, en el pueblo con unos abuelos y en la playa con los otros y, el último día, el bautizo de Diminuta con todas las familias juntas. Muy emocionante.
En cuanto al tema literario... durante el mes de agosto, ha quedado casi en blanco. Salimos de casa cargados hasta los topes y, aunque tengo todavía miles de libris pendientes de sacar, no cogí ninguno y confié en un libro que dejé hace bastante tiempo en casa de mis padres y que a Pequeñita le encantaba, con Chiquitín todavía no lo había leído.
El caso es que... entre viajes, piscinas, playas y tele, tablet y demás... no prestamos ninguna atención a los libros. Hasta que durante la última semana de agosto en casa de mis padres los peques fueron quienes reclamaron ¡cuento, cuento, cuento!
¡Bien por mis pequeños! Así que rescatamos el libro que habíamos dejado al cuidado de los yayos y estuvimos leyéndolo una y otra vez. Eran los niños quienes me pedían una y otra vez una historia tras otra, escogiendo sus favoritas de entre las más de veinte que incluía el libro.
El libro en cuestión es una recopilación que se llama Cuentos cortos para dormir (editorial Bruño). Hay varios volúmenes, nosotros tenemos dos y esta es la primera. Gracias a él salvamos el mes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario