- No me gusta escribir en ellos, si es necesario prefiero hacer anotaciones en una hoja aparte e incluirla donde corresponda y, en todo caso, si necesito subrayar o anotar algo utilizo un lápiz (y apretando poquito).
- No me gusta que los libros estén muy "abiertos". Recuerdo que de pequeña tenía una profesora que, para poder sujetar el libro con una mano mientras estaba de pie dando su explicaciones, enroscaba una de las mitades del libro. Uff!! Otra de ellas al abrir una nueva página pasaba su mano con fuerza por la parte en la que se unen las páginas para que quedase bien abierto ¡Escalofríos!
- No me gustan tampoco las páginas arrugadas ni dobladas: para señalar la página en la que estoy utilizo un trozo de papel. No sé por qué pero tampoco soy muy aficionada a los marcapáginas, y eso que hay algunos preciosos, y como idea de manualidades de los peques para día del padre o de la madre, recordatorios de bautizos, comuniones, etc. me parecen estupendos, pero yo soy más de trozo de papel de periódico o de ticket de la compra. Glamurosa que es una.
- Estéticamente no me gustan mucho las librerías llenas de colecciones con hileras de libros todos iguales, así que, aunque me gusta que estén recogidos, no sigo un orden muy estricto. Eso sí, que se vea el lomo. Me pone un poco nerviosa ir a buscar un libro y no encontrarlo porque lo hayan guardado del revés, así que les insisto continuamente a los pequeños para que tengan los libros ordenados y los guarden de forma que se vea el lomo.
Creo que como consecuencia de esta manía nunca me ha gustado demasiado prestar libros ni que me los presten: creo que lo único peor que el que te estropeen un libro es dañar o perder uno que te haya dejado alguien.
Ahora con los niños sufro un poco. Al principio lo llevaba bastante mal: eso de ver páginas arrugadas o libros baboseados, me enfadaba bastante. Ahora lo llevo un poco mejor: Pequeñita ya va siendo grande (tres años y medio ahora) y hace tiempo que trata los libros bastante bien. Chiquitín (veinte meses) todavía es pequeño y sigue sin controlar su fuerza con los libros con pop-ups, y algún cuento que otro sigue comiéndose... pero bueno, es una fase. Lo que hago es procurar estar atenta para que no los rompan, dibujen en ellos ni los pierdan y, cuando les pillo con las manos en la masa, les explico que es mejor cuidarlos bien para que duren mucho y podamos contarlos muchas veces.
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